Es verano y es la hora de la siesta en
la colonia, algunos niños duermen, otros juegan bajo la sombra de un árbol,
cerca de la casa, dónde mamá hila lana en la rueca que la abuela trajo de
Rusia, cuando llegó a la Argentina, desde su aldea natal, ubicada a orillas del
río Volga.
Conversan en alemán. Cantan en alemán. Los
varones juegan a ser hombres de campo y las niñas a ser madres. Reproducen en
su universo infantil el mundo que les rodea. Con sus costumbres y sus tradiciones.
Son los hombres del futuro, los que
continuarán el legado que reciben de sus ancestros, para que llegue hasta
nosotros y para que nosotros, se lo pasemos a nuestros hijos y ellos a sus
hijos, así hasta el fin de los tiempos.
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