Fuente: lanuevaradio.com.ar
La Nueva Radio Suárez
Hija
de Agnes y de Erwin, los protagonistas reales de la película que se estrena
este fin de semana. Una historia apasionante. Cuenta el encuentro
de su hijo con su abuelo, y de ella con sus medios hermanos alemanes. Recuerda
que ese abrazo posiblemente cerró una historia que estaba abierta, completó un
círculo, demostrando que la historia de amor de la que es fruto, con los años,
pudo tener un final feliz, con el reencuentro entre hermanos.
“Querida
Silvina. Lamentablemente no hablo español, pero Fernando dijo que te pueden
traducir la carta. Yo y mis hermanos nos alegramos mucho por tener otra media
hermana. Lamentablemente nuestro padre nunca contó de esto y así no sabíamos
nada de ti, hasta que me llamó Alejandra un día y me contó toda la historia”.
Este es el principio de una carta,
proveniente de Alemania, fechada el 22 de agosto de 2002, y firmada por uno de
los medio hermanos de Silvina –Vina- Streitemberger.
Esta carta comenzaba a cerrar un
círculo que había quedado abierto luego de que, terminada la Segunda Guerra
Mundial, Erwin Röder, entonces joven soldado del derribado Graff Spee -el
acorazado alemán vencido en aguas del Río de La Plata y hundido por decisión de
capitán- regresó a su Alemania natal. Había estado como muchos de sus
compañeros marineros viviendo un buen tiempo en el hotel de Sierra de la
Ventana, cerrado entonces al público, y al que cuentan, le hicieron varias y
notables mejoras.
Ahí conoció a una joven de Santa
María que había ido al lugar a trabajar como mucama: Agnes, o Inés Streitenberger,
como la conocían en la tercera Colonia Alemana. Los jóvenes se enamoraron.
Agnes quedó embarazada y tuvo una hija, Silvina.
“Es una gran lástima que nos
enteramos de esto solamente ahora. Y no antes, cuando papá todavía era vital y
de buena salud mental. Hoy nuestro padre tiene 84 años, cumple 85 el 27 de
diciembre de 2002, y está muy olvidadizo y confundido. Fernando (el hijo de
Silvina), le habló en español, todavía lo habla muy bien. Toda su vida había
contado mucho de Argentina y en realidad antes quería volver a ir allá. Pero
cuando volvió, después de la guerra en el ´46, todo estaba destruido por bombas
y no había posibilidades para ganar plata para volver a Argentina. Sus padres
huyeron de Ostpreussen, y no les quedó nada. Tuvieron que abandonar su casa y
sus caballos allí. Después mi padre aprendió albañil y se construyó una casa
para él y sus padres”.
Silvina se creyó hija de quien en
realidad eran sus abuelos. Y quien era en realidad su madre pensó por mucho
tiempo que era su hermana. En una familia de muchos hijos una hija más pasaba
casi desapercibida.
Pero la sociedad de esos años fue
implacable con la jovencita que había quedado embarazada, que se había casado y
que luego había quedado sola. Muchos ni se enteraron del embarazo de Agnes. El
día que nació Silvina, Agnes estuvo trabajando en la iglesia durante muchas
horas, llegó a la casa familiar y tuvo familia. Así nació Silvina, en una de
las habitaciones del hogar de sus abuelos, dejando sentir su presencia, cuando
hacía oír su llanto de recién nacida y entonces la gente preguntaba, preguntaba
y hablaba.
Esta historia de amor que quedó
trunca por la partida de Erwin, por la distancia, y por el idioma –envió alguna
vez una carta a su amada, escrita en alemán, y que entonces nadie pudo
traducir-, está ahora llevada al cine de la mano de César Mellinger como
director.
La película “Agnes” se estrena este
sábado en el salón Juan Peter de Santa María y en el Cine Italia este próximo
domingo.
Silvina cuenta que “recién a los 14
años me enteré que ella era mi madre. Nunca me dijeron algo. Me criaron mis
abuelos, Federico Streitenberger y Julia Melchior. Yo pensaba que ellos eran
mis papás. Yo nací el 5 de mayo de 1945 y el 6 de octubre ella cumplió los 18
años. Mi abuelo, el que me crío, tenía 14 chicos. Ella (Agnes) a la fuerza
tenía que ir a laburar, para ayudar en la casa. El 12 de octubre se casó con
Erwin Röder”.
Aclara “Vina” que “nunca me
interesó, porque, lo podes preguntar a mis hijos, a quienes recién a los 38
años les dije que ella era mi mamá. Siempre les decía que era mi hermana. No
tenía relación. Mis abuelos me criaron, me dieron todo. Me enteré que Agnes era
mi madre cuando fue al Registro Civil a sacar a los 14 años, porque en el 6to
grado de entonces teníamos que sacar una cédula. Fue allá y Pedro
Streitenberger leyó: Silvina Streitenberger, hija de Agnes Streitenberger. Le
pregunté, me mostró el libro. Fui a la casa y la abuela justo estaba limpiando
la cocina a leña. Le dije ‘¿Así que usted no es mi mamá?’. Me dijo: ‘¿cómo no
soy tu mamá?’. Después me contó: ‘Tu mamá era muy joven, a mí me hicieron la
vida imposible cuando ella estaba embarazada. Era algo terrible y ella tenía
que salir a trabajar’”, relata Silvina.
¿Cómo habló con quien consideró por
muchos años su hermana y que resultó ser su mamá? Cuenta Silvina que “una vez
ella estaba bastante mal, vivía en General Lamadrid, fuimos y le pregunté: ¿qué
padre tengo yo? Me respondió que soy hija del alemán. Después, cuando ella
estaba por morirse, me llevó mi yerno. Ella me agarró de la mano, me quería
decir algo, pero ya no podía hablar más. La verdad que nos tratamos como
hermanas. Nunca la reconocí como mamá”.
Silvina tiene la libreta de
casamiento de sus padres, Agnes y Erwin.
“A mí nunca me interesó
encontrarlo. Habían pasado 58 años. Jorge Jordi, el historiador de Bahía
Blanca, me proporcionó todos los datos históricos de cuando Erwin estaba en
Sierra de la Ventana. La verdad es que nunca me interesó, antes no contaban
nada, era todo muy cerrado. Sé que el alemán rehízo su vida, se casó y tuvo
hijos. Sé que Agnes recibió carta de Erwin, pero no la podían leer porque
estaban escritas en alemán. Mi hijo, Néstor Fernando, fue a Alemania. Le di
todo lo que tenía de mi mamá. Buscaron por Internet a la familia. Ellos al
principio no querían saber nada. Cuando Néstor presentó la libreta de
casamiento y las cosas que sabíamos, como el nombre del padre y la madre de él,
ahí recién lo atendieron. Él nunca les había contado que en Argentina se había
casado y tenía una hija. Yo nací el 5 de mayo de 1945 y el 12 de octubre Agnes
se casó con el alemán. Pero él no me puso en la libreta. Tenía 5 meses cuando
se casaron, quiere decir que me conoció. La familia de Erwin al principio no
quería saber nada, pero para Pascua se juntaron y ahí Fernando presentó toda la
documentación que llevaba. Mi hijo fue a conocer a su abuelo y me contó que lo
trató como si lo hubiera conocido de cuántos años, le habló en castellano y
todo. Sabemos que él siempre tenía ganas de volver, pero no lo pudo hacer”.
“Papá y su amigo querían volver a
la Argentina con plata, pero esto duró algunos años, y mientras tanto se
acostumbró acá otra vez y conocieron mujeres. Así se quedaron acá al fin. Pero
que nunca haya contado que ya estaba casado en Argentina, eso no puedo
entender. Así tienes dos media hermanas más y un medio hermano”.
Así dice otro tramo de la carta
enviada desde Alemania a Vina, luego de lo cual le empieza a contar de cómo se
compone cada una de las familias de sus medios hermanos alemanes, y a lo que se
dedica cada uno. Quien le escribe la carta, le dice que su hija Celine, con 6
años entonces, “está muy feliz por tener otra tía más. Y a Fernando (el hijo de
Silvina que hizo el primer contacto con sus parientes alemanes), lo quiere
mucho, el es muy, muy amable”. Anticipa que están reconstruyendo su vieja casa,
la que estará terminada para Navidad y “vamos a tener suficiente espacio para
que puedas visitarnos. Nos gustaría mucho conocerte”.
“Querida Silvina, escribinos algo
de ti y tus hijos, en todo caso tienes que mandarnos una foto retrato de ti. Me
gustaría mucho ver si te pareces a papá. Espero que escribas algo. Muchos
saludos de Alemania de tus medios hermanos”.
Vina conoció a su padre por las
fotos que le enviaron sus medios hermanos. Cuando falleció desde Alemania
también le enviaron fotos de la ceremonia de cremación y del momento en que sus
cenizas eran lanzadas al mar. Fue una manera, generosa, de sus medios hermanos
alemanes de integrar a Silvina en la ceremonia de finalización de la vida de
quien fuera su padre.
Pudo conocer a dos de sus medios
hermanos, porque vinieron a visitarla a Santa María.
“Primero vino Jens, el menor de los
varones, y después vino Heidi, la mayor de las chicas. Ella me contó la
historia que había ido un tiempo antes que me hijo tomara contacto con la
familia alemana, con una tarotista, acompañando a una amiga”.
Aquí se suma en el relato Andrea,
la hija de Silvina: “ella no quería tirarse las cartas, porque decía que no
creía. Cuando fue la persona que le tiraba las cartas le decía que le salía una
hermana mayor. Decía que no podía ser
porque ella era la mayor. Se fue del lugar diciendo que la mujer que les tiraba
las cartas no sabía nada. Después, al mes de haber sucedido esto, aparece mi
hermano llamándolos por teléfono y contando la existencia de mi mamá”.
Dos veces vino de visita Jens, dos
veces vino de visita Heidi. Queda todavía pendiente la visita de Jutta, la más
chica. “Ella todavía no pudo venir, pero mantenemos una comunicación por medio
de facebook”.
Por supuesto que cada reencuentro
fue muy emocionante. “Es como si ellos la conocieran de toda la vida, como si
no se hubieran visto hace mucho. Dicen que los alemanes son fríos, pero ellos
demostraron ser totalmente distintos a eso. La abrazaban, la besaban, como si
fuera la hermana que hace muchos años que no ven. Uno pensaba que iba a ser más
frío el vínculo, pero todo lo contrario. Cuando nos escribimos siempre ellos
preguntan cómo está, cómo se sienten, que les gustaría venir o que mamá fuera
para allá”, cuenta Andrea.
Por supuesto que Andrea se acuerda
perfectamente –le duele la mejilla todavía- del cachetazo que recibió de su
madre cuando un día que llegaba Agnes de visita se le ocurrió decir en voz
alta: “¡Ahí viene la abuela!”, dando a entender que sabía perfectamente de la
historia.
Silvina recibió de sus hermanos un
regalo muy especial: un colgante que perteneciera a la madre de su padre, el que
guarda entre los recuerdos particulares de esta parte de su historia.
Silvina, Vina, la hija del alemán y
de Agnes, recuerda aún hoy el abrazo gigante, prolongado, efusivo, que recibió
del primero de los medios hermanos que vino a visitarla. Ese abrazo posiblemente
cerró una historia que estaba abierta, completó un círculo. Demostrando que la
historia de amor de la que es fruto, con los años, pudo tener un final feliz,
con el reencuentro entre hermanos.
Excelente la idea de documentar esa hermosa y triste a la vez de la historia de esa flia.en una película. Exitos...<!!
ResponderEliminarExcelente la idea de documentar esa hermosa y triste a la vez de la historia de esa flia.en una película. Exitos...<!!
ResponderEliminar