Rescata

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viernes, 31 de octubre de 2014

Historia del Schulmeister don Miguel Horn

Por José Horn Diehl
(Nieto de don Miguel Horn)

Don Miguel Horn
Don Miguel Horn nació en Kamenka en la región del Volga un 29 de marzo de 1888, donde pasó su niñez y su juventud, a medida que cursaba su aprendizaje que lo llevaron a graduarse de maestro, desempeñándose por un breve lapso su tarea de pedagogo allá en la Colonización Germana del Volga. Hasta que 1909, ya con 21 años resuelve acometer idéntico camino por el cual ya habían transitado muchos de sus coterráneos en demanda de mejores perspectivas para sus ilusiones e emigra a la Argentina. Y ya en ésta tierra se contacta con la Embajada Alemana, la cual y dado su sapiencia, le propone un puesto en las escuelas alemanas en Buenos Aires. Pero los rehúsa, alegando que aspiraba afincarse con su gente alemana del Volga en las colonias / aldeas del interior.
Así adoptando su privativo albur, se traslada a La Pampa, luego a Entre Ríos y finalmente se afinca en Santa Trinidad, en donde desempeñó durante 32 años su profesión de Schulmeister, desde el año 1927 al año 1959.

Don Miguel Horn, José Horn,
 Cristóbal Horn
(en brazos su
hijo mayor Alberto)
De la unión con Catalina Dieser, nacieron sus 13 hijos, uno fallecido en el seminario de Entre Ríos. Y de los restantes: José siguió la carrera de su padre pues fue Schulmeister en La Pampa; Luis Miguel y Ernesto, siguieron la carrera militar, el último de los mencionados en aviación, obteniendo todos altos grados, de la misma manera que luego lo repetirán tres de sus nietos.
En tanto Rosa se consagró por entero a Dios, convirtiéndose en la Hermana Rosa (Virgiliana), que posteriormente inscribiría una época dorada en la escuela Parroquial Santa María y sobre todo como Madre Superiora en San José.
Otro de sus descendientes Matías, fue sacerdote salesiano. Y finalmente los demás siguieron diversos rumbos. De sus hijos, sólo María vivía en Santa Trinidad, los demás residen o residían en la Capital Federal. Falleció el 3 de septiembre de 1977.
Rosa Horn (Sor Brigidiana)
Don Miguel Horn durante su larga trayectoria de maestro, enseñó varias generaciones que hoy le recuerdan con respeto y una enorme admiración, porque sostienen que él los formó cabalmente, impartiéndoles enseñanzas matriculares pero también cristianas y morales basadas en la convivencia y la tolerancia además de una disciplina ejemplar que eran méritos que más destacaba a ese culto personaje, que fue el último representante de una figura tan especial en nuestras colonias como era el Schulmeister.
En su epitafio declama como era su esencia: “Fue apóstol de los niños a quienes educó cristianamente y enseñó los conocimientos elementales, llevándolos durante más de 60 años a la mesa eucaristía. Fue patriarca de esta comunidad a quien acudían todos en busca de consejos y consuelos. Fue el cristiano ejemplar a quien hasta los últimos tiempos de su fructífera vida, vimos llegar con dificultad hasta el templo, para cumplir con su obligación religiosa”.
Esposa de Don Miguel Horn: Catalina Dieser

Familia Horn 

José Horn, hijo, nacido en 1909
Margarita Diehl
Iglesia San José (Colonia San José - La Pampa)

jueves, 30 de octubre de 2014

Las Rogativas (Fiestas religiosa de los alemanes del Volga)

“Durante las Rogativas se visitaba las tres cruces erigidas en los aledaños de la colonia, los niños marchaban adelante en formación y tomados de la mano, en dos bandas, varones y niñas. En medio caminaba Don Juan, todo lleno de devoción. trasmitiendo por repetición hacia la grey infantil las Le­tanías de todos los Santos, para su contestación.
Los muchachos rezaban distraídamente, mientras sus ojos va­gaban por los campos vecinos, llevándose a cada rato algún pozo por delante. Entonces Don Juan intercalaba sabias advertencias en­tre las advocaciones: ¡San Matías... ruega por nosotros!... ¡San Pedro . . . chicos más hacia la alambrada! . . . ruega por nosotros ¡Santa Cecilia ... vean por donde caminan!... ruega por nos­otros! ¡San Andrés. . . mira infeliz qué has pisado!. . . ruega por nosotros!” –escribió alguna vez el Padre José Brendel

Greuz gehen

Las Rogativas se definen como la visita en procesión para celebrar una ceremonia litúrgica frente a tres cruces enclavadas en tres puntos cardinales en las afueras de la colonia y que, en su conjunto, representan a la Santísima Trinidad. La procesión, precedida por un sacerdote, los monaguillos y el Schulmeister, portando una cruz, parte de la iglesia durante las tres mañana siguientes a la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, o sea, el 2 de noviembre, para dirigirse a una de las cruces, en tres jornadas sucesivas, erigida a uno de los laterales de las calles de acceso a la localidad, para celebrar una ceremonia religiosa en Acción de Gracias por los dones recibidos durante el año fenecido y solicitar que la próxima trilla sea buena y que Dios prosiga bendiciendo a la comunidad con su gracia divina. La procesión retorna, cantando y rezando, a la iglesia, donde el sacerdote oficia una misa.
Un antiguo cuadernillo rememora que “los colonos se dirigen en procesión a las cruces, imbuidos de un profundo misticismo, y acompañados de las letanías de los santos; mientras que ya en el lugar, frente a Jesús crucificado, el sacerdote, luego de expresadas las letanías, oraciones y cantos, rocía con agua bendita los campos en señal de gratitud por los dones recibidos y en solicitud de buena cosecha. Y al término de la procesión oficia una misa en la parroquia.
La tradición proviene de antaño –continúa revelando el texto-, cuando San Gregorio Magno en el 590, las fijó para otorgarle mayor trascendencia a los festejos de la conmemoración de la entrada de San Pedro a Roma. Otros relatos, sin embargo, sostienen que el Papa lo hizo para sustituir las celebraciones paganas llamadas “Robigalia” (en honor al dios “Robigus”) que antiguamente efectuaban los labradores romanos, con procesión por los campos, para interesar la deidad a favor de los sembrados”. (Julio César Melchior)

Historia de vida de Zulema Hubert de Schwindt

El recuerdo de las Hermanas Religiosas, la construcción del imponente templo parroquial en San José y la continuidad de la tarea misional. “Tomarse un tiempo para conversar con la gente que está enferma, destinarle una sonrisa, tomarle la mano, mirarlos a los ojos, escuchar lo que tienen para decir. No tiene precio lo que se recibe en esos pocos minutos de dedicación para quienes atraviesan el dolor de una enfermedad y quieren recibir a Jesús a través de la Eucaristía”.

Nació en Cascada pero cuando iba a empezar el tercer grado sus padres la mandaron como pupila a la Escuela Parroquial. 
Ese mismo año sus padres compraron la vivienda que está enfrente de lo que es hoy el Instituto Hermanas Misioneras. 
Zulema recuerda con mucho cariño su paso por la institución educativa: “era todo muy lindo con las Hermanas Misioneras. Todo lo que soy, la doctrina, la religión, se lo debo a las Hermanas. Uno se va formando de otra manera. Ahí envié a mis hijos y siguieron sus hijos, es decir, mis nietos”.
Recuerda a la Hermana Joela, a Trinidad, ambas difuntas, también a la Hermana Inmaculada, Gertrudis y Remildes. De ellas tiene noticias, ya que sigue en contacto permanente con la Congregación y con la Escuela Parroquial.
Es que desde hace muchos años Zulema es la celadora del grupo de AMES (Asociación Misioneras del Espíritu Santo). 
“Ellos me llaman por teléfono, me cuentan cómo están las Hermanas, entre ellas la Hermana Tarsicia, que tanto trabajó en la iglesia, o la Hermana Rosa Felice”.
Estas Hermanas eran las que hacían tortas fritas y buñuelos los días de lluvia y recuerda incluso que con una de las religiosas, en los años en que estaba de pupila, en el ´55, “iba yo caminando hasta lo de Yungplut, buscando cañas para quemar en el horno para hacer tortas fritas. Salíamos de la parte de atrás de la casa de las Hermanas y cruzábamos todo el campo, cantando en alemán o rezando el Rosario. Íbamos con la chica de Pin, haciendo ese recorrido que empezaba temprano en la mañana y terminaba cerca del mediodía”.
Apunta también el esfuerzo que hicieron las familias, historias que su padre y su madre le contaron, para llegar a construir la Iglesia de Pueblo San José, este templo magnífico, levantado como símbolo de religiosidad. 
Recuerda que sus padres le contaban que se edificaron las paredes exteriores del gran templo mientras en el interior quedaba encerrada la primera iglesia que tuvieron los alemanes de Pueblo San José. 
Una vez que estuvo lista esa parte de la obra se tiró abajo esa primera construcción para dar lugar a todas las terminaciones interiores, que son dignas de admiración y contemplación porque implican esfuerzo, sacrificio económico, dedicación y sobre todo una fuerte creencia en Dios y en la fuerza que de Él proviene.
Zulema Hubert de Schwindt tiene como misión visitar a los enfermos y llevarle la Eucaristía, tarea que cumple con algún sacerdote o bien con algún Ministro de la Eucaristía. 
“Tomarse un tiempo para conversar con la gente que está enferma, destinarle una sonrisa, tomarle la mano, mirarlos a los ojos, escuchar lo que tienen para decir. No tiene precio lo que se recibe en esos pocos minutos de dedicación para quienes atraviesan el dolor de una enfermedad y quieren recibir a Jesús a través de la Eucaristía”.
Una mujer de San José que se confiesa muy feliz de vivir en ese lugar y rodeada de la gente que conoce de toda la vida.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Sigamos el ejemplo de nuestros ancestros

El verdadero valor de las cosas está en lo cotidiano, en los hechos simples de la vida diaria. En los gestos que se tributan a los hijos, la ternura que se entrega a los padres; en el brillo de una mirada arrullando nuestra tristeza; la sonrisa de un alma compartiendo nuestra alegría; y tantas pero tantas vivencias sencillas que de tan sencillas y cotidianas olvidamos que son lo más importante de la existencia y que serán lo único que harán trascender nuestra vida. Porque cuando ya no estemos en este universo caótico nadie recordará el grosor de nuestra billetera como tampoco recordará las posesiones materiales que pudimos haber poseído alguna vez; pero sí, todos, absolutamente todos a los que amamos, tendrán presente eternamente el amor que habremos sido capaces de entregar sin pedir ni exigir nada a cambio. Ese amor puro, franco, que se da con el corazón, sin palabras ni ostentación, nada más que con una entrega silenciosa y solidaria, con una profunda convicción y sentimientos desinteresados.
Sólo el amor, sólo la familia, nos mantendrán vivos permanentemente y nos educarán en la fe en Dios. Y sólo así sabremos que hemos vivido plenamente. Tan plenamente como nuestros ancestros, nuestros abuelos, nuestros padres... que siempre, minuto a minuto, cotidianamente, nos demostraron con el ejemplo lo que significa ser mujeres y hombres de bien. Respetables y honestos.
Sigamos su ejemplo de vida y llegaremos, al igual que ellos lo hicieron, a la felicidad suprema de saber que no hemos vivido en vano. (Julio César Melchior)

Se llevará a cabo una fiesta típica alemana

Receta del Fülsen o budín de pan de los alemanes del Volga


El Fülsen o budín de pan es un plato tradicional de los alemanes del Volga,  que nunca falta en los grandes eventos, tanto familiares como sociales, que se llevan a cabo en los pueblos alemanes.

Ingredientes
Pan duro: 1 kg
Leche: 1 litro
Azúcar: 1/2 taza
Crema: de leche 1/2 taza
Huevos: 2 o 3.
Pasas de uvas

Preparación: 
Mojar el pan con la leche hasta que este blando, luego agregar la crema, los huevos, el azúcar y mezclar bien. Agregar las pasas de uvas y volver a mezclar. Colocar en un molde en mantecado. Cocinar a horno moderado.

(Si desea conocer más recetas tradicionales que nos legaron nuestros ancestros, puede adquirir el libro “La gastronomía de los alemanes del Volga”, del escritor Julio César Melchior, que rescata más de 150 recetas de la cocina de los alemanes del Volga. Para ello, comunicarse a: juliomelchior@hotmail.com).

lunes, 27 de octubre de 2014

Debemos luchar para conservar las tradiciones de nuestros abuelos

Nuestros abuelos vivían en comunidad. Sabían compartir y ser solidarios. Respetaban al prójimo. Le daban valor y sentido a un compromiso asumido: la palabra empeñada tenía fuerza de ley. Jamás renunciaban a un proyecto y nunca bajaban los brazos. Siempre apostaban al futuro y siempre luchaban por vencer los obstáculos que se presentaban en el camino. Eran fuertes porque creían en sí mismos y en sus convicciones. Porque poseían identidad: sabían quiénes eran y hacia dónde iban.
Nuestros abuelos deben ser nuestros ejemplos en este momento crucial de la historia. Debemos tomar y levantar sus banderas de trabajo, coraje, fe y tesón, basados en la virtud, en el bien común y en el bienestar de cada uno y de todos.
Debemos luchar para conversar sus tradiciones, costumbres, en suma, su cultura, para mantener viva nuestra identidad y no terminar perdiéndonos en la nada anodina de la masa.(Julio César Melchior - Hilando Recuerdos).

“Antes se trabajaba de verdad” -dice Eusebio Safenreiter.

Criado en el campo y en la filosofía del trabajo rudo, Eusebio Safenreiter es el fiel reflejo de los hombres trabajadores que forjaron la grandeza del país.

“Antes se trabajaba de verdad. Nos levantábamos a las cuatro de la mañana para buscar los caballos en el campo. En invierno caían unas heladas tremendas. El frío te dolía en todo el cuerpo. Calaba hasta en el alma. Pero había que trabajar. Arar, sembrar. Todo con caballos. Y todos teníamos que ayudar. Yo empecé a laburar a los nueve años en el tambo de mi padre” –cuenta Eusebio Safenreiter.
“Muchas mañanas lloré porque las manos me quemaban de frío perno nunca se me cruzó por la cabeza la idea de protestar o quejarme porque sabía que si lo hacía mi padre me iba a castigar. ¡Había que trabajar! Era nuestra obligación. No importaba que mi padre fuera dueño del campo. Toda la familia tenía que trabajar. Incluida mi madre y todas las mujeres de la casa. No se salvaba nadie” –sentencia.
“Eran tiempos duros –afirma-. La vida era distinta. Trabajaba el pobre pero también tenía que ganarse su pan el que tenía plata. Todos nos criamos de la misma manera. Todos salimos personas trabajadoras y honestas” –enfatiza.
“El trabajo estaba antes que todo. Incluso antes que la escuela. Yo fui hasta tercer grado nada más. Algunos de mis hermanos ni siquiera eso y mis hermanas directamente no fueron. Y eso que las hermanas religiosas de la Escuela Parroquial le insistieron a mi padre para que nos mande a sus hijos a la escuela pero él nada: había que trabajar. Mi padre, como todos los padres de aquellos años, repetía que primero estaba el trabajo, que no había tiempo para perder en pavadas” –evoca.
“Cuando mi padre murió el campo se vendió y como éramos muchos hermanos tuvimos que salir a trabajar como peones. Recorrí estancias y chacras haciendo de todo. Fui mensual, tractorista, parquero. En el campo uno tenía que saber de todo. Cuando el patrón nos llamaba teníamos que cumplir. Con él, al igual que con mi padre, tampoco había lugar para quejar ni protestar. Si lo hacíamos, enseguida nos despedían.
“Así que me la pasé toda mi vida trabajando en el campo. No sabía hacer otra cosa. Pero fui muy feliz. Tengo muy lindos recuerdos. Me casé. Tuve cinco hijos. Después vinieron los nietos. Y hoy tengo dos bisnietos” –revela.
“Así es la vida” –suspira-. Y concluye repitiendo que “Trabajé mucho y muy duro pero fui muy feliz”.

Se llevó a cabo con éxito La gran Fiesta del Acordeón

Fuente: lanuevaradio.com.ar


 La gran Fiesta del Acordeón congregó a notables exponentes de la especialidad. Un lleno total en el Gigante del Club Independiente de Pueblo San José. Organizó el Rotary Club Las Colonias. Coordinó Marcelo Fuhr y el Profesor Carlos Polak condujo el encuentro. Emotiva actuación de acordeones ejecutando el Himno Nacional Argentino.
 
El sábado por la noche una vez mas Rotary Club Las Colonias llevó a cabo la 9º edición de la Fiesta del Acordeón y como es habitual cada año la sede va rotando y en la oportunidad Pueblo San José fue el anfitrión para recibir a una cantidad aproximada a los 40 músicos de nuestra ciudad, los Pueblos Alemanes, la región de influencia y de otras ciudades que ya saben con toda certeza de la trascendencia que la fiesta tiene para Coronel Suárez y su región. 
Otra vez los acordeones lucieron sus mejores galas, acompasaron todos los sonidos, se estrecharon en un abrazo simbólico y desde el escenario cada uno eligió su repertorio y engalanó la fiesta que fue seguida atentamente por una gran cantidad de gente que disfrutó de cada actuación, bailó todos los ritmos que fueron surgiendo de este instrumento que históricamente esta tan vinculado y relacionado con el sentir y la pasión de nuestros Pueblos Alemanes.
Coordinó Marcelo Fuhr, colaboró en la conducción el Profesor Carlos Polak, se entregaron los diplomas de participación en esta 9º fiesta y como siempre se produjo una gran ronda de todos los participantes, ingresando al salón con la Marcha del Inmigrante y los aplausos sostenidos de todos los concurrentes.
La Presidenta de la entidad organizadora, Adriana Duval, destacó el trabajo de organización, la colaboración de los músicos, muchos de los cuales vienen de la zona, la calidad de los ejecutantes y el vínculo que genera un encuentro que ya es tradicional en nuestro medio mientras que Ricardo Roldan en nombre de la institución dio la bienvenida al público presente destacando la participación de tantos ejecutantes.
Además se dio lectura al decreto declarando de Interés Municipal la Fiesta y anunciando que se encontraba presente el asistente del Gobernador Distrito Rotario Roberto Petón y su esposa, solicitando además un minuto de silencio por el reciente fallecimiento de la esposa de Omar Rodondi cuyos restos habían sido inhumados el sábado por la tarde.
El encuentro se inició con la presentación del Profesor Carlos Polak de la ciudad de Tornquist quien presentó a sus alumnos de Coronel Suárez, ellos son Martín Meier, Maria Pla, Alexis Schamberger, Daniel Schwindt, Mateo Martín y Alejo Correa.
Hicieron su presentación entre otros Reynaldo Herlein, Mario Streitemberger, Eduardo Gaffard y Carlitos Lombardo, Luis Schwab, Roberto Adelman, Franco Stam y su profesor Norberto Wagner de la localidad de Huanguelén, Carlos Polak, el histórico José Carrasco desde San Miguel Arcángel, Facundo Beratz, Roberto López de Curumalan, Félix Alcaraz de Macachin, Héctor Schwerdt, Carlos Fernández, Maria Inés y Omar Schmidt de Guatrache, Fabio Taboada, Jose Schegtel, Gonzalo Waibender de Santa Maria, Juan Carlos Mellinger, Guillermo Fernández, Oscar Maier y su hijo Facundo, Fabián Díaz y Héctor Elorza, entre otros notables acordeonistas.
El grupo de músicos que interpretaron el Himno Nacional Argentino estaba conformado por Carlos Polak, Adalberto Ruppel, Luis Meier e Hijos, José Carrasco y Emiliano Seitz acompañando como músico de la Banda Municipal junto al grupo de la familia Meier.
Tras la presentación de todos los participantes de esta gran fiesta tradicionalista Adalberto Ruppel en teclados y Carlos Polak con su acordeón iniciaron el gran baile popular con los sonidos más característicos del repertorio popular para este noble instrumento.

Fotografías de la Fiesta de las Colectividades

La Fiesta de las Colectividades se disfrutó con todos los sentidos. Italianos, alemanes, cubanos, españoles, árabes, galeses, brasileros, hindúes, entre otras colectividades, ofrecieron su música, gastronomía, mostrando su danza, vestimenta y dialecto a la gran cantidad de vecinos que se acercaron al Mercado de las Artes. 








domingo, 26 de octubre de 2014

Historia de vida de un abuelo alemán del Volga

Nací en la colonia. Soy el octavo de catorce hijos. A los diez años sufrí el desarraigo que me marcó para toda la vida: mis padres dejaron mi pueblo natal para mudarse a La Pampa.  Fue devastador, difícil y duro. Me sentí muy solo e incomprendido. Nadie me escuchaba ni tenía en cuenta mis opiniones ni las de mis hermanas. Mis padres tomaron la decisión y allá fuimos. A la inmensidad de La Pampa, a vivir en una casa en el medio de la nada, a trabajar suelo virgen, algo que con los meses se transformó en un suplicio para todos. Porque mi padre arrendó unas hectáreas de campo imposibles de roturar, donde apenas llovía, y el arado no lograba hundir sus rejas. Y donde uno salía de la casa, nuestro humilde ranchito de adobe, enclavado en la mayor intemperie imaginable, para ver un horizonte vacío y soledad por doquiera.
Así trabajamos el campo, que es una manera de decir. Produciendo poco, casi nada. Contando las chirolas que ganábamos. Comiendo los alimentos más económicos. A veces, la misma comida durante la cena y almuerzo semanas enteras. Y como si la mala tierra no fuera suficiente, llegaban las langostas, que se devoran la quinta de verduras que mi madre, a puro sacrificio, lograba hacer producir, y las heladas, que lo quemaban todo, absolutamente todo. Ni jardín teníamos.
La cruel realidad nos hizo desistir de todo intento de hacer floreciente aquel páramo. El viento soplaba día y noche. La tierra nos envolvía con su polvillo de suciedad. Deambulábamos como alienados esperando un milagro que jamás se produjo.
Cansado, abrumado, derrotado, mi padre tomó la decisión de retornar a la colonia más pobres que cuando nos fuimos. Y cinco años más viejos. Cinco años que parecían veinte por todo lo que habíamos padecido y maldecido. Sin casa donde vivir. Sin hogar donde sentarse junto a una cocina de leña y soñar con mañana mejor.
Nos cobijo abuelo, el padre de mamá. Nos dio donde vivir y qué comer. Papá estaba desahuciado.  Nunca volvió a ser el mismo. La frustración y la derrota lo fue consumiendo, y si bien consiguió trabajo a los pocos meses, murió seis años después, sintiéndose un fracasado.

Kartoffel und Klees (Receta tradicional de los alemanes del Volga)

Ingredientes:
1 kg. de papas
½ kg. de harina
1 huevo
½ taza de agua
1 pizca de sal

Preparación:
Colocar en un bol ½ kilo de harina, agregar el huevo, el agua y pizca de sal; mezclar bien todos los ingredientes hasta obtener una masa liviana y dejar descansar ½ hora aproximadamente. Cortar las papas en dados y ponerlas a hervir. Luego tomar la masa con las manos y cortar pequeños trocitos, dejándolos caer directamente dentro del agua, que debe estar en plena ebullición. La cocción de los Klees es de 5 minutos aproximadamente. Pasar todo por colador para que escurra bien. Se puede servir con chucrut, con pedacitos de panceta dorados previamente en aceite, con crema o con huevo batido.

viernes, 24 de octubre de 2014

“Antes no servía de nada ser un mantequita” –dice Don Alfonso, abuelo descendiente de alemanes del Volga

 “Sin miedo a tomar una pala para ensuciarme las manos –dice Alfonso- y descendiente de un tiempo en que el respeto valía algo y los vecinos se ayudaban unos a otros, sin pedir nada a cambio, puedo contar muchas cosas y decir con orgullo que la época de nuestros padres fue mejor que la actual”.

“En las largas horas de invierno de mi niñez, sin televisión ni radio, nos reuníamos con los vecinos a conversar, a jugar a los naipes, a comer girasoles, a rezar… A veces alguien tocaba una acordeón, entonces cantábamos, bailábamos. Todo en alemán. Compartíamos la vida diaria sin miedos. Con sus alegrías y tristezas. Los nacimientos, las enfermedades, los fallecimientos… Todo se vivía en comunidad. Sin envidia, sin maldad, sin aparentar tener más que el otro. El que tenía daba con el corazón y el no tenía aceptaba con el corazón. Siempre con palabras de gratitud. Con una sonrisa. No había grandes dramas ni grandes lujos –revela Alfonso.
“Todos se ayudaban unos a otros. Me acuerdo que cuando mamá estuvo en cama durante un mes después de que naciera uno de mis hermanos menores, todos los vecinos colaboraron con papá para que no nos faltara nada para comer y nunca dejáramos de tener ropa limpia. Los abuelos también estaban siempre. No había tantas demostraciones de cariño como hoy en día, es cierto, pero el afecto estaba. Nunca nos sentimos solos ni desamparados. Porque siempre había una mano amiga y la casa de una familia generosa a la que recurrir.
“Nosotros éramos muy humildes pero en la mesa familiar nunca nos faltó el pan para comer ni tampoco ropa para vestirnos. Se vivía de otra manera. La gente era más simple. Las personas se respetaban y había un respeto único hacía los padres. Nosotros los tratábamos de usted y si papá nos miraba con cara seria ya temblábamos porque sabíamos que estábamos en falta. Y las travesuras se pagaban con una buena paliza. Y todos salimos hombres de bien –afirma con orgullo-. Nadie se quejaba.
El relato continúa. Alfonso cuenta que empezó a trabajar a los 11 años, en el campo, ayudando a levantar una cosecha en los años en que toda la actividad se desarrollaba con caballos.
“Después seguí trabajando hasta que me jubilé. Estuve muchos años en el campo, hasta que mi patrón vendió su chacra. Después trabajé de ayudante de albañil, de carpintero, hice pozos ciegos y muchas cosas más que ni me acuerdo. Cuando escaseaba el trabajo había que hacer lo que viniera y saber hacer de todo. Porque si no estabas frito. Antes no servía de nada ser un mantequita”.
Quedó viudo hace 8 años. Tiene 6 hijos casados: dos mujeres y cuatro varones. 16 nietos y 4 bisnietos. 83 años cumplidos y una dignidad admirable. (Hilando Recuerdos - Julio César Melchior).

jueves, 23 de octubre de 2014

Todo listo para la Fiesta de las Colectividades en el Mercado de las Artes

Será este domingo 26 de octubre a partir de las 11 hs. en el Mercado de las Artes “Jorge Luis Borges”. Habrá patios de comidas típicas y espectáculos artísticos durante toda la jornada. La entrada es libre y gratuita y no se suspende por lluvia.

Con la organización del Instituto Cultural de la Municipalidad de Coronel Suárez, la Fiesta de las Colectividades reunirá el domingo 26 de octubre en el Mercado de las Artes “Jorge Luis Borges” toda la cultura, gastronomía, danzas y arte de las diversas colectividades del distrito, invitando a la familia suarense y de la región a compartir una jornada plena de cultura, disfrutando de patios de comidas, música, danzas típicas y demás actividades que las diversas colectividades, realizan valorizando la cultura de los primeros inmigrantes.
La concentración de las colectividades y autoridades será a las 10.15 hs. en inmediaciones del ferrocarril, para luego partir en caravana con las respectivas banderas y trajes típicos hacia el Mercado Municipal, donde se dejará inaugurada oficialmente la fiesta con la entonación del himno nacional y palabras alusivas.
Con entrada libre y gratuita, a las 12.30 se habilitarán los patios de comidas donde se podrá degustar gastronomía de las distintas colectividades.
Alrededor de las 16hs. comenzarán los espectáculos artísticos de danzas alemanas (grupo proveniente de Bahía Blanca), Danza Jota Española, un solista canto folclore y danza Italiana.
Luego de 17 a 19 hs. se volverán a habilitar los espacios de comidas para disfrutar de las variedades gastronómicas.
Finalmente a las 19 hs. continuarán los espectáculos de solistas en folclore, canciones francesas y acordeón, danzas folclóricas tradicionales y la proyección de un video de las colectividades.
Cabe aclarar que en caso de mal tiempo la caravana desde la estación de ferrocarril hacia el Mercado Municipal se suspende y la fiesta comenzaría con la inauguración a las 11 hs.

Los Alemanes del Volga en Juan José Castelli, Chaco

Por Juan José Schmidt

Cuando aún era territorio nacional (actuales provincia de Chaco y Formosa), el gobierno de la nación fomentó  el asentamiento de colonos provenientes de países europeos, ya establecidos en la Argentina.Con el objetivo de crear colonias agrícolas, a fin de poblar  tierras desocupadas e impulsar la actividad agropecuaria, en lo que  previas mensuras se determinaban como colonia Juan José Castelli y colonia La Florida. Por ese entonces en la zona norte (impenetrable) se encontraban los asentamientos de pobladores criollos (norteños) provenientes de Salta  que se adentraron a Chaco en busca de mejores pasturas y aguadas, dichas estancias no se hallaban delimitadas por alambrados, por lo que los animales vacunos se diseminaban por toda la región, siendo éstos simples ocupantes de la tierra. Las comunidades aborígenes (tobas y matacos) por su parte se hallaban establecidas en las márgenes de los ríos Teuco, Bermejo y Bermejito.
Entre el 17 y el 26 de mayo de 1931 fueron llegando los trenes de contingentes a Presidencia Roque Sáenz Peña  con un total de 320 familias de descendientes de Alemanes del Volga provenientes de la provincia de La Pampa. El ferrocarril se detenía en la última estación ferroviaria trayendo a mujeres y niños.Además de sus pertenencias personales, traían caballos y herramientas en el sector de carga, en tanto que hombres e hijos mayores de edad hacían este trayecto en carros  tirados por caballos arribando semanas más tarde.
Por gestiones llevadas a cabo por el Sacerdote Redentorista Juan Holzer. LA UNION AGRARIA  GERMANO-ARGENTINA se encargaba del traslado y posterior radicación en sus respectivas colonias.
Los días posteriores a su llegada, se desarrolló un temporal de lluvia y llovizna, por lo que permanecieron  varios días alojados en improvisadas carpas a la vera de la estación ferroviaria y a la espera de los hombres que hacían el trayecto en carro. Fueron días difíciles que tuvieron que afrontar debido a las condiciones climáticas, sumado a  enfermedades por la contaminación del agua; la subsistencia alimentaria  estaba cubierta mínimamente por el gobierno y pobladores de la ciudad que acercaban donaciones.
Desde allí se dirigieron 120 Km. al norte en caravana,  con carros por caminos en medio del monte sorteando obstáculos que se presentaban, bordeando bañados, empantanándose, además de ser asediados por  alimañas propias de la zona.
Las colonias se hallaban en una gran pampa de 60 kilómetros de largo  por 40 de ancho de sud-este a nor-oeste, llamada con anterioridad colonia pastoril Rodríguez Peña.
Al llegar a las colonias ocuparon las campos previamente determinados para cada jefe de familia e hijos mayores de edad; dichas parcelas de tierra contaban con 100 hectáreas de campo, que el gobierno nacional entregaba en condición de ocupantes hasta tanto se pagara la tierra, para obtener luego sus respectivos  títulos de propiedad.

 Vestimentas características  de primeras  familias y casa típica

Luego de instalarse en sus respectivos chacras fueron levantando las primeras casas,  simples y muy rudimentarias, de adobes que ellos mismos construían con una mezcla de barro y bosta de vaca, en su mayoría estaban compuestos por un comedor principal, una cocina donde se elaboraban los alimentos en la tradicional “cocina a leña “y amplias habitaciones donde dormían hacinados los integrantes del grupo familiar numeroso. De patio amplio de tierra (bien barrido), a pasos de la casa  el horno de barro de grandes dimensiones donde se hacía pan casero, tortas tradicionales y el infaltable asado de los domingos; a un costado el galpón con techo de tierra donde se guardaba los pertrechos para los caballos, herramientas personales y demás enseres para el desarrollo de las tareas rurales.
 A no más de 100 metros. Se hallaba el pozo que abastecía de agua a los animales, además del aseo y consumo familiar, en tanto que los días calurosos cumplía la función de refrescar bebidas, que eran  bajadas en bolsas de arpillera sujetados a un lazo,  como así también conservar leche.
El cultivo predominante fue el algodón, producción desconocida para estos hombres y mujeres que venían de climas fríos donde se desarrollaban  los cultivos de trigo y lino en menor escala.
La siembra de algodón se realizaba en pequeñas parcelas no mayores de 10 hectáreas, en los inicios muy rudimentariamente por no contar con herramientas ni el conocimiento básico de cómo hacer su implante; Se roturaba la tierra con arado mancera tirado por un caballo, luego se comenzaron a utilizar los primeros arados de asiento de una y luego de dos rejas tirados por cinco y seis  caballos respectivamente atados en doble fila.     

Surcando la tierra con arado doble de asiento y cultivando el algodón

Para desmenuzar los terrones se utilizaban ramas de árboles, luego colocaban dientes de hierro a armazones de madera, para más tarde pasar a los armazones de hierro, más pesados que hacían mejor trabajo de preparación a la cama de siembra. Los primeros intentos fue sembrar al voleo  pero no resulto por lo liviano de las semillas, luego aparecieron las sembradoras de un surco y dos surcos que tiradas por caballos, facilitaron notablemente esta tarea, con la ayuda del gobierno quien proveyó semillas, además de una mínima capacitación para desarrollar esta actividad, a base de experiencias propias y de vecinos, con esfuerzo y tenacidad fueron mejorando la capacidad de rendimiento. Además sembraban maíz, batatas,  maní y zapallo para el consumo familiar. Tanto la carpida de las malezas como la recolección del algodón lo realizaba toda la familia. Su comercialización se hacía en Presidencia Roque Sáenz Peña, hasta donde en  bolsas de yute era transportada en carros, con una carga total de no más de 500 kg, esta  travesía se hacía por caminos de tierra, conocidos como picadas, esto le demandaba semanas, dificultados de sobremanera en días de lluvia, propios de esta época del año, para luego volver con mercaderías para la subsistencia del grupo familiar hasta la próxima cosecha; esta travesía era realizada por caravanas de dos o tres carros para que al hacer noche no fueran sorprendidos por eventuales delincuentes.
Además al poco conocimiento, se sumaron las sequías, también las inundaciones y las mangas de langostas, que arrasaban con todo a su paso, tanto sembradíos como pasturas para los animales.   Cabe destacar que los aborígenes  habitantes  hasta ese entonces de las márgenes de los ríos Bermejo y Bermejito, nómades que vivían de la caza y de la pesca; atraídos por la importante aglomeración de personas se acercan tímidamente a las colonias, donde aprenden el oficio de la cosecha manual del algodón, hasta ahora desconocido para ellos, pasando a vivir en forma sedentaria en parajes cercanos a las colonias, a partir de allí toma forma el foco de intercambio cultural más importante en la región, sumado a los pobladores  salteños y correntinos, estos últimos atraídos por la cosecha de algodón como así también otras colectividades  que se fueron sumando con los años.
Según relatan los mayores 1934 fue un año alentador, las cosechas fueron mejores, las langostas eran solo un mal recuerdo y los colonos se animaban a seguir produciendo en el Chaco.
Así los encontró el 17 de junio de 1936 con la inauguración de la línea férrea desde Sáenz Peña hasta el Km. 100, donde ya se comenzaban a levantar las primeras casas, instalar los primeros negocios y la primera desmotadora de algodón. Esto contribuía a mejorar la calidad de vida de la colonia, pudiendo comercializar el algodón, adquirir la mercadería y estar comunicados con el país por medio del ferrocarril, éste asentamiento se llamó Juan José Castelli, (actualmente Castelli) de espíritu progresista, siendo  una ciudad pujante gracias al oro blanco y al espíritu tesonero de un puñado de pioneros que regaron sus calles con el sudor de su frente.
Es de destacar que en 1928 un pequeño grupo adelantado de alemanes, al conocer la idea se colonizar la zona, se había instalado por sus propios medios en lo que se denominaba Villa Fortuni, formándose un caserío de no más de 10 viviendas, con la llegada del tren a Castelli se trasladaron al nuevo pablado instalándose definitivamente.
El deseo de tener su propia tierra, los animaba a seguir adelante, el apoyo de sus pares y la fe inquebrantable en Dios, fueron la base fundamental en esa incipiente comunidad”.
Decían mis padres: “Fueron días difíciles, no había médicos, ni caminos, cuando la cosecha no era buena o las mangas de langostas arrasaban todo a su paso, debíamos arreglarnos con lo poco o nada que teníamos, pero éramos muy unidos, entre todos nos ayudábamos para juntos salir adelante”.

A los alemanes del Volga

El Chaco los vio llegando                      
allá por los años treinta,                      
carros rusos y volantas                         
e ilusiones en su cuenta

Buscando nuevo horizonte                     
dejando olores de guerra,                   
se metieron en el monte                     
surcando la virgen tierra.                    


Eran rusos alemanes                            
de trabajo sin frontera,                       
gauchos los hizo la pampa                  
el honor fue su bandera.                     

Dejando campos de trigo                   
por tener su propio suelo,                  
se afincaron en Castelli                       
fue el algodón su consuelo.               

El verdor de nuestros montes           
con el blanco se abrazaba,                
cuando el arado de asiento               
en los surcos dibujaba.                       

Trabajando sin descanso
 de angustias pena y sudor,
la fe en Dios fue su guía 
para mitigar su dolor.

Al sonar un acordeón
la reja muda quedaba,
y por los campos se oía             
el bombo que retumbaba.

Eran polcas y corridos  
de diversión manifiesta,                      
con una caña casera  
estaba armada la fiesta.                                     

Muchos hijos fue su premio      
que tata Dios les mando,
poblando esta tierra noble
con estirpe y tradición.

Sus costumbres y dialectos
su cultura aun latente,
han quedado para siempre
en el alma de mi gente.        

Juan José Schmidt

Juan José Schmidt es nacidoen Castelli el 11 de octubre de 1967 es descendiente de alemanes del Volga; su abuelo nació en coronel Suarez provincia de Bs. As.en 1900; Su padre nació en Epupel provincia de la pampa en 1922. Escribió “En surcos de blanco algodón… su huella quedo marcada” en 2012 y en 2014 presentó “desandando la huella”. Su interés por rescatar la historia cultural es debido a un convencimiento de que no debemos olvidar nuestras raíces.
Es autor de innumerables versos e historias breves que fueron publicadas en antologías, considerado como narrador poético autodidacta e investigador del fenómeno cultural de los alemanes del Volga.

Miremos nuestro pasado,
vivamos este presente,
proyectemos el futuro,
en un mundo diferente.

Juan José Schmidt